Las varices se producen como consecuencia de una mala circulación sanguínea que da lugar a una dilatación excesiva y permanente en las venas. En la aparición de várices influyen la obesidad, la herencia, las hormonas, y el embarazo.
Entre los síntomas más comunes se encuentran picores, dolor, cansancio, pesadez, hinchazón, calambres, cosquilleos y sensación de piernas dormidas.
De acuerdo a su tamaño podemos distinguir entre las de mayor entidad que son venas dilatadas que sobresalen en la piel; les siguen venas de hasta tres milímetros denominadas várices reticulares que se aprecian por trasparencia en la piel, pero no tienen prominencia; y las telangiectasias o arañas vasculares que son venitas capilares que se encuentran en la epidermis.
Entre los tratamientos y técnicas encontramos la escleroterapia, láserterapia, presoterapia, hidroterapia y ozonoterapia, el drenaje linfático y los ultrasonidos.
La escleroterapia es una de las técnicas más eficaces para el tratamiento de varices. Consiste en la inyección de una sustancia esclerosante dentro de una vena varicosa para lesionar e irritar su pared interna. La vena se convierte en un cordón fibroso que es reabsorbido poco a poco.